El Mar Mediterráneo es un mar cerrado, que cuenta solamente con dos entradas: la del Estrecho de Gibraltar, que conecta con el Océano Atlántico, y el Estrecho de Dardanelos, que conecta con el Mar Negro.
Al ser un mar cerrado, dispone de un régimen de vientos y de corrientes independientes del resto de los mares. Además de ser un lugar donde confluyen el clima templado europeo con el tropical propio de África. El oleaje no suele superar, salvo en raras ocasiones, los 4 metros de altura.
Debido a las técnicas de navegación usadas durante la Antigüedad, los vientos y las corrientes eran aprovechados en gran medida para facilitar los trayectos de un lugar a otro, ya que los principales medios para la propulsión de las naves eran la vela y el remo.
Los vientos en el Mediterráneo suelen ser estacionales, y mucho más predecibles durante el verano, además de regulares, por lo que se convirtieron en la principal causa por la que la navegación se efectuaba en estas fechas, según describen algunos autores clásicos, que sitúan la estación perfecta para emprender los viajes durante los meses de verano.
Los vientos predominantes suelen ser los de levante, aunque dependiendo de la zona del Mediterráneo en la que nos encontremos, soplarán una serie de vientos regionales, cuyo conocimiento era muy importante.
Las corrientes, al igual que los vientos, han permanecido muy estables a lo largo del tiempo. Se trata de corrientes superficiales condicionadas por el balance hídrico del Mediterráneo, que es negativo, puesto que este mar pierde más agua de la que recibe, por lo que la entrada de agua se produce sobre todo a través de los estrechos antes mencionados.
Las corrientes en el Mediterráneo se dividen en dos circuitos, uno occidental, y otro oriental, y se mueven en sentido contrario a las agujas del reloj.
Para la navegación durante la Antigüedad, las corrientes no resultaron ser tan determinantes como los vientos, ya que salvo en algunos lugares como los estrechos y las zonas cercanas a ellos, las corrientes no tienen la fuerza suficiente como para ejercer una influencia significativa.
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